jueves, 1 de septiembre de 2011

Este amor me traía todo. La ternura dulce y sencilla cuando buscaba una flor, un juguete, una piedra de río y me la entregaba con sus ojos húmedos de una ternura infinita. Sus grandes manos eran en este momento de una blandura dulce y en sus ojos se asomaba entonces un alma de niño.


Rosario de la cerda.

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